domingo, 9 de enero de 2011

Solo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Ene 09

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

La vida no hay que desperdiciarla

fcoperalta42@hotmail.com

En la vida todos perdemos el tiempo de una u otra manera. Desperdiciamos una parte muy importante de él. ¿O acaso lo aprovechamos al cien por ciento o, bueno, siquiera al cincuenta por ciento?.

Sin lugar a dudas es más el tiempo que perdemos que el que aprovechamos (que el que hacemos productivo o rentable, pues). Y es que de una u otra manera todos --hombres y mujeres-- desaprovechamos una muy buena parte de nuestra vida. O, como quien dice, la tiramos a la basura, con la mano en la cintura (y más todavía cuando echamos la güeva, cosa que no es frecuente en la mayoría de la gente).

Perder el tiempo, no aprovecharlo, no convertirlo en oro, no darle buen uso, es cosa de todos los días. ¿Será que se desperdicie --por utilizar un símil-- más que el agua?. Eso es cuestión de hacer cálculos matemáticos. Empero el caso es que no hay hombre o mujer --ahora sí que con sus muy escasísimas excepciones-- que no lo dispendie.

Y si tiempo es vida --como dice el conocido refrán --y se desperdicia el tiempo pues también se desperdicia la vida (o una buena parte de ella). ¿O no es así?. Pero, ¿Cómo hacer para aprovecharlo de sol a sol o, dicho en otra palabras. Desde el nacimiento hasta la muerte?. No, pues no hay recetas ni manuales.

Usted lector, lectora, seguramente habrá desperdiciado una gran parte de su tiempo-vida. No sólo porque se haya pasado durmiendo la tercera parte de cada día vivido, que eso no podría tenerse por desperdicio sino por aprovechamiento, o porque en su niñez y en su juventud, por las características de estas etapas biológicas, no haya producido mayor cosa (más allá de formarse), ni por la forma cómo ha mantenido su rutina diaria, éstas con varias horas de descanso, de recuperación de fuerzas, de convivencia, de ¿y ahora qué hago? (porque no tiene ganas de dar golpe sino de ponerse a soñar o de estar despreocupado de todo).

¿Cuánto tiempo no pierde una mujer en el salón de belleza?, ¿en las reuniones familiares y con amigos y amigas?, ¿en el teléfono o en Internet?, ¿en los centros comerciales?, y vaya usted a saber en cuánto más. ¿y los hombres con sus cuates, con las chebes y las botanas, pegados a la tele, atorados en esos grandes embotellamientos?. Días y días de su vida.

Si usted lector, lectora, anda allá por los setenta años --póngase a hacer cuentas-- ¿Cuánto de tu tiempo-vida habrá desperdiciado y cuánto aprovechado?. Si tuviera que hacer un balance entre uno y otro ¿Cuál cree usted que haya predominado esto es, el bien usado o el francamente tirado a la basura?. Si lo hace quizá se lleve alguna sorpresa.

Luis López Loza es un pintor que acaba de recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes. El cumplió ya los setenta y un años de vida y, según deja entrever en una entrevista que concedió a un medio nacional, es muy celoso de su tiempo (quizá hasta muy quisquilloso).

De su tiempo y de su vida. “Ya no puede desperdiciar nada (porque) sería un crimen en mi contra”, dijo al reportero Jorge Ricardo. “Trato de aprovechar el tiempo, más ahora que tengo setenta y tantos años, le indico.

López Loza lleva diez años separado de su segunda mujer y viviendo solo. “El matrimonio quita mucho tiempo, no lo dejan a uno leer, no lo dejan a uno pintar”, señaló, aunque presumió que “a veces me visitan señoras, guapotas ellas; llegan y se van y cuando se van, ay, qué alegría la que me queda”.

Luis López no quiere desperdiciar ni un minuto de su vida. Lo que desearía es aprovechar hasta el último instante de ella, pese a ya rebasar los setenta años de edad. Demasiado tiempo, quizá, según su modo de ver, habrá desperdiciado como para seguir desperdiciándolo (por ello ni casado está). Pues que lo aproveche, ¿no?. Si eso, como se dice, lo hace feliz, lo realiza y le permite sentirse útil, adelante.

Don Luis jamás se va a jubilar. Ese va a pintar, a leer, a todo eso que le gusta, menos a rascarse la barriga, a dejarse crecer la barba, a ponerse en pantuflas, a ver pasar el tiempo, a mirar las estrellas, a sentarse en un sillón o a irse con sus cuates a jugar dominó y a echar la chorchia. Siempre preferirá estar solo y haciendo algo.

Y es que, la verdad, después de los setenta años no se puede desperdiciar el tiempo. Eso, parafraseándolo, sería un crimen contra sí mismo. Habrá que hacer cosas, estar activo, siendo creativo, y olvidándose de que hay esperar la llegada de la muerte (que si llega, como tendrá que ocurrir, encuentre a uno haciendo algo y no viendo pasar el tiempo y extinguiéndosele la vida).

Bien, pues, por Luis López Loza y por quienes sigan la misma línea: después de los setenta años el tiempo y la vida no se pueden desperdiciar. (Bueno, ni antes tampoco).

P.D. Y a usted, lector, lectora, ¿qué le trajeron los Santos Reyes?

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