domingo, 23 de enero de 2011

Opinión / Víctor Manuel Barceló R. / Ene 23

Nuevos gobiernos. ¿Nuevos acuerdos educativos?

Es indudable, como dice mi antigua colega y gran amiga, Hilda Ramírez Caloca –respetable maestra, funcionaria, apasionada de la educación- que el proceso de la educación nacional, pasa por diversos estadios, a cual más producto de sesudos análisis y decisiones de política educativa. Siempre se consideran los impactos que las formas de vida, tienen sobre tal proceso; sobre todo en la educación básica (preescolar, primaria y secundaria) que forma para la vida.

Hoy la educación se sostiene en cuatro columnas o saberes: ser, conocer, hacer y relacionarse. Así se explica, desde la pedagogía, en lenguaje de la UNESCO, el sentido profundo del Art. 3º Constitucional. La metodología constructivista en boga, impulsa a los niños a la interacción, agrupadamente, para que -Montessori o Delorme- conformen sus conocimientos, guiados –no influenciados- por sus maestros. Esto implica constante preparación e interpretación de métodos, por parte de los docentes.

Nosotros actuamos de manera distinta. Acopiábamos el conocimiento –por los años 50 y 60s del siglo pasado- lo procesábamos internamente y lo incorporábamos, digerido, a las mentes infantiles. Mucho “ha llovido” desde entonces. La metodología de la enseñanza moderna, parte de la reforma de 1972, en que se inicia la aplicación del “Método Global de análisis estructural” (con experimentación en Lecto-escritura, ciencias, matemáticas) en ruta al uso de nuevas tecnologías (computadoras y sus programas iniciales). Este esfuerzo se realizaba en dinámicas grupales, fundamentalmente. Pero el Conductismo seguía siendo su soporte.

A compañeros –la propia Ramírez Caloca- tocó incluir, paso a paso, nuevos programas y metodologías, a partir de los 80s del siglo XX. En 1988, al renovarse contenidos de programas, se incluye, entre otros, la educación ambiental, en nuevos libros de texto gratuitos. Allí el constructivismo da cabida a nuevos enfoques. Entre ellos habrá de considerarse la integración a grupos regulares, de niños con capacidades diferentes. En algún momento se presentan “cortes” a la información de historia universal, nacional y local, que en algunos estados están siendo corregidos.

Junto a la indudable capacidad pedagógica y técnica –herencia de impulsos educativos y enseñanza de grandes maestros que nos formaron- hay nuevos problemas que afectan -impiden en muchos casos- la aplicación cabal de programas; su adecuación a diversas zonas y regiones del país. La escasez de recursos financieros continúa, a pesar de cubrir los porcentajes marcados por UNESCO para tales menesteres. Lo que sobresale es la tirantez, -no conflicto- entre factores que intervienen en una buena educación, complicando la aplicación irrestricta de preceptos del Art. 3o Constitucional. De manera sustancial urge buscar ajuste entre estos –padres y madres de familia vs. maestros- manteniendo el ánimo levantado de maestros y autoridades –por estados y regiones- para ir al fondo de los problemas, que norman la vida de los pueblos y definen características de quienes son y serán sus alumnos.

Siempre existieron influencias ajenas a pueblos y comunidades para conformar el carácter de su gente y el trato al maestro de escuela. Nos tocó vivir etapas en que había mística. El “normalismo” no era solo conformación ideológica revolucionaria, sino ética, de amplio y alto compromiso social. Los niños, la escuela, la comunidad en su entorno, eran –siguen siendo para muchos maestros- pasión de servicio. Vicios y malos hábitos se soslayaban u ocultaban, buscando aceptación social. Se ganaba respeto y consideración como consejeros y guías sociales. Esto persiste, pero no es una constante.

Tal forma de acercarnos a la infancia y pubertad de los futuros ciudadanos, permitía que no solo incorporasen información a sus mentes, sino la adquisición de valores locales, ancestrales y el manojo de los nacionales, que les infundían confianza en el futuro de su proceso vital; eran impulso a buscar mejores niveles de preparación. Había muchos problemas por falta de recursos, precariedad en aulas y materiales pedagógicos; pero también, muchas satisfacciones, producto de la tarea educativa, compartida entre maestros, padres de familia, niños y autoridades educativas. La educación iba adelante, con técnicas rudas muchas veces –“la letra con sangre entra”- pero cubría cada vez más, un universo mayor, reduciendo drásticamente el analfabetismo del 80%, de principios del siglo XX.

Pero todo evoluciona y no siempre para bien. Al romperse los cauces de una sociedad con mística social; al incrustarse martilleantemente en la conciencia del ciudadano, nuevas formas de ver la vida, de concebir la familia, de relacionarse con la autoridad. El rompimiento o relajamiento de las sociedades –con notable influencia de medios- y prácticas en la política –que corrompen el apego a las formas partidarias de acción- en la economía, con caídas constantes, desde hace lustros, que afectan niveles de ingreso y alteran condiciones generales de bienestar, clavando en la pobreza a más del 50% de los habitantes. Todo ello quita impulso y reduce tiempos a la educación.

El flagelo que representa, para muchos rumbos del país, el cambio climático (inundaciones, ciclones, cambios de temperatura y de regimenes de lluvias, que alteran ritmos de la producción agropecuaria). El manejo, muchas veces amarillista en medios, de esos asuntos, y en especial el de la seguridad, Todo ello afecta profundamente las formas de acción gubernamental y sus resultados en la vida de las poblaciones. La educación no podía quedar fuera. El problema está, no tanto en el fondo de los programas, ni en el volumen de recursos, sino en la forma de aplicar ambos. En ello se trabaja localmente.

Muchos vicios sufrimos en las formas de la educación. No solo el magisterio politiza sus problemas. También padres de familia “echan su cuarto a espadas” y prueban fuerzas para el control de pequeños “nichos de poder”, al interior y exterior de las unidades educativas. El niño o adolescente, centro natural de la tarea, debe reconquistar su posición. Por él y para él se deben maestros, padres, autoridades, sociedad en general.

No es posible que aún persistan miles de jóvenes (630 mil anualmente según el INEA) que no terminan su educación básica. De mayor gravedad la afirmación de tal organismo público, de que hay 33millones de personas –mayores de 15 años- en rezago educativo (no saben leer ni escribir, o no terminaron su educación). Chiapas, Michoacán, Oaxaca y Guanajuato, las entidades con problemas más serios. Mientras no se resuelva, de fondo, la falta de ingreso –por abandono del campo y escasez de empleos remunerados decimos- el alto índice de deserción en educación básica continuará. El director del INEA señaló que corto e insuficiente será el esfuerzo en este sentido, si persiste falta de empleo.

Hay un Nuevo hálito en la política, con el inicio ya o muy pronto, de gobiernos estatales y municipales, que llegan con ánimos renovados, plurales como la vida misma. En algunos de ellos están invitados a regir las instituciones educativas, personajes con larga y profunda carrera profesional, política y educativa. Hay quien deja de lado posiciones de privilegio, para acercarse al vital tema de la educación, desde la cúpula del poder. Despierta confianza y causa expectación, porque algunos tienen nexos importantes con sectores educativos, que hacen pensar en acciones de corto, medio y largo plazo para mejores resultados en la educación de los niños. No tanto para poner en justa medida, índices que nos colocan a la cola de agrupamientos de países, en esa actividad; sino para arrancar, en la armonía de los actores educativos, con los demás involucrados en tan vital acción, puntal del desarrollo de cualquier pueblo: la educación formativa para la vida del ser humano.

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Puebla Pue. 23-enero-2011.

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