lunes, 24 de enero de 2011

Doble Filo: Homero T. Calderón / Columna / Ene 24

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

¿A dónde vamos, Santiaguillo?

UNO: Hará unos diez años, Goyo Arias, pretendía ser presidente de Comalcalco. Era desde entonces un excelente abogado, extraordinario conversador y hombre de polémica. Siempre tuvo seguidores (y también durísimos adversarios), una compañera --su esposa Osiris-- fuera de serie y muy apegada a sus proyectos y dos hijos varones. DOS: Regreso al pasado. Acompañaba yo a Goyo a una de sus visitas de política. Ibamos con dos acompañantes el hoy columnista José Manuel Zurita y su pequeño hijo Santiago. Abordamos su pequeño automóvil. A la altura de la casa de don Chilo Filigrana, recuerdo, Goyo hizo una pregunta que nos pareció muy cómica a Zurita y a mí. Preguntó a su hijo Santiago, de apenas unos 8 años de edad: ¿Hijito mío, a dónde vamos ahora? Santiago, niño extremadamente inteligente, le respondió con su aflautada vocecilla infantil: "A despertar conciencias, papá". Zurita y yo volteamos a vernos. Incluso Pepe le reclamó entre entusiasmado y bromista: "Oye, cabrón, no seas así, no contamines al niño con nuestras pendejadas, él es inocente"… "No, Zurita, respondió Goyo, en mi casa todos andamos en el mismo proyecto". Así conocí --y seguí frecuentando a los miembros de la casa de Goyo y Osiris. Por eso ayer domingo que le fueron entregado a Goyo los despojos de su pequeño guerrero para darles cristiana sepultura, no pude menos que arrugarme en cuerpo y espíritu. Solo el que ha perdido un hijo (su servidor entre ellos), sabe el enorme vacío existencial que significa una pérdida de este jaez. "¿Qué podría decirte, le dije a mi querido amigo, antes de sepultar los restos mortales de Santiaguillo, lo que quizá a esta hora ya te dijeron mil, quizá dos mil amigos? ¿Qué puedo agregar, queridísima Osiris, a tu atribulado corazón de madre, que ha perdido una parte de su vida con la muerte de tu muchacho? Nada. Que Dios en toda su inmensa generosidad les dé tanto a Gregorio, como a ti y a Luis Donaldo, tu otro hijo, ese bálsamo que a veces sentimos en toda su salvaje aplicación, pero que es el que nos pone en sintonía con el amor que ha perdido quizá su mejor motivación y tiene que empezar --de nuevo-- de cero… TRES: El bárbaro sacrificio de Santiaguillo no es el único en Tabasco. En muchos de nuestros hogares se pasó quizá la más espantosa Navidad porque --al igual que en la casa de Goyo Arias-- también perdieron a alguien muy querido. En Jalpa de Méndez las familias de Víctor Manuel Chan Javier y Ramón Pérez González; en Cárdenas, las de Jazmín Itzel Pérez Hidalgo, Dayra Isamara Gallegos Pereyra e Ivonne Guadalupe Fuentes Ramos. Creo que alguien debe ya --como tabasqueño decente-- no sólo orar por nuestros jóvenes sanguinariamente sacrificados. Es tiempo que vuelvan la ley y el orden a redimirnos de los asesinos sin conciencia, o a Tabasco se lo cargará su chingada madre…

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