sábado, 6 de noviembre de 2010

Transparencia Política: Erwin Macario Rodríguez / Columna / Nov 06

(Publicado en el Diario Rumbo Nuevo)

La gran Ceiba

Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila.
Cuando a un árbol le doy la rama de mi mano
siento la conexión y lo que se destila
en el alma cuando alguien está junto a un hermano
Carlos Pellicer / Discurso por las flores

erwinmacario@hotmail.com
erwinmacario@rumbonuevo.com.mx

Abrazar una ceiba es ser como la extensión de lo verde. Late la sangre y la clorofila. Mirarla es mirar el pasado.

Por eso nos dolía la amenaza que sobre la gran Ceiba de Atasta se cernía. Ayer una noticia alegró el corazón de Villahermosa: el árbol que es símbolo natural de la ciudad no está muerto, Por sus venas corre la clorofila que ha de perpetuarla más años.

Recordé al Poeta: Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba de Atasta/ me entregó cinco rumbos de su
existencia. Izó/ las más altas banderas que en su memoria vasta/ el viento de los siglos inútilmente ajó.

La noticia de ayer nos llenó de esperanza. El Ayuntamiento de Centro hará todo lo posible por rescatarla.

Si bien no se puede estar de acuerdo en la afirmación de la directora de Protección al Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de ese Ayuntamiento, Socorro May López, en el sentido de que “ese árbol” ya cumplió su ciclo”, es bueno que se haya sabido que se harán intentos para salvarla.

No es imposible. Fácil es talarla, convertirla en madera para adornar la casa de algún funcionario. También sería fácil dejarla como una escultura natural, como una naturaleza muerta que se mantuviera en pie, que se quedara en árbol, para seguir mirando pasar la vida en la capital de Tabasco. Estar árbol, como dice Carlos Pellicer:

Estar árbol a veces, es quedarse mirando/ (sin dejar de crecer) el agua humanidad/ y llenarse de pájaros para poder, cantando,/ reflejar en las ondas quietud y soledad.

La Ceiba de Atasta vio, mira (sin sus hojas-hojos), correr el agua humanidad por casi dos siglos. Las plagas no combatidas minaron su fortaleza de gigante vegetal. El tiempo no la pudrió, como pudiera alegarse para destruirla definiotovamente.

Otra vez Pellicer: Pudrió el tiempo los años que en las selvas pululan./ Yo era un gran árbol tropical./ En mi cabeza tuve pájaros,/ sobre mis piernas un jaguar./ Junto a mí tramaba la noche/ el complot de la soledad./ Por mi estatura derrumbaba el cielo/ la casa grande de la tempestad./ En mí se han amado las fuerzas de origen:/ el fuego y el aire, la tierra y el mar.

Tumbar la Ceiba será tumbar el recuerdo, la añoranza del Tabasco que caminó en tranvías de mula, que recorrió de Atasta y Tamulté de las Barrancas el camino del progreso.

Este Gobierno no puede escribir en las páginas de la historia la muerte de esa Ceiba como ya pasó con aquella otrora centenaria hermana que se erguía en el parque Tabasco, hoy parque Tomás Garrido Canabal, y en que en el gobierno de Mario Trujillo fue talada. Era la Ceiba conocida como “Nido de Águila”, un símbolo en las ferias garridistas.

El “gusano” que le comió el corazón al Nido de Águila no debe estar en la ceiba de Atasta.

El gobernador Andrés Granier, pero más que nadie el presidente municipal de Centro, Jesús Alí, tienen que escuchar la voz del poeta, que enraizado, lleno de clorofila, señala de nuevo los cinco rumbos de la existencia para que se entienda que en Atasta, en Villahermosa, un símbolo debe permanecer en pie:

Porque el árbol de la vida,/ sangra./ Y la noche herida,/ sangra./
Y el camino de la partida,/ sangra./ Y el águila de la caída,/ sangra./ Y la ventaja del amanecer, cedida,/ sangra.

¡Salvemos a la ceiba!

*Periodista. Premios: Radio Chapultepec, Club Primera Plana (35 y 40 años), Premio México de Periodismo, el Premio Estatal 1991 y el Rumbo Nuevo 2010. Ha publicado Periodismo y utopía, Vocabulario tabasqueño (en colectivo) y el prólogo de La última ruta de Cuauhtémoc, de Humberto Muñoz Ortiz www.erwinmacario.blogspot.com

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