domingo, 10 de octubre de 2010

Sólo en Domingo: Francisco Peralta Burelo / Columna / Oct 10

(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

“Yo tengo la clave para mantenerse joven"

¿Cómo llegar a los ochenta años de edad y sentirse --y además parecer—como de sesenta o de setenta años?. ¿Tiene usted la clave –o la receta, o el secreto—lector, lectora?.

Si posee la clave, la receta, el secreto, la fórmula, o lo que sea, pues qué a todo dar. Dichoso de usted, que encontró la manera de llegar a esa cantidad de años y sentirse bien, sin andar con achaques, con pérdida de iniciativa, con su lucidez casi al cien, con músculos que le respondan y sin más cansancio de la cuenta.

Que a todo dar habrá de ser llegar a la octava década de vida y sentirse con varios (o muchos) años menos. Poder valerse por si mismo, andar de un lado a otro sin caer en fatiga extrema, tener ánimo para lo que sea, no ser víctima de depresión alguna y, claro, no padecer de ninguna de esas enfermedades penosas o incapacitantes.

¿Es su caso lector, lectora?. ¿O lo es de algún familiar o conocido suyo?. ¿Sí?, pues qué a todo dar. Yo creo conocer de varios casos (no muchos, por cierto, pero sí más de tres o cuatro). Uno de estos es el de Justo Díaz del Castillo. ¿Lo conoce usted?.

Él es un hombre que nació y ha vivido toda su vida en Tenosique, desde donde va y viene a donde le da la gana (ha recorrido medio mundo). Hace todas sus cosas por sí mismo, no sufre enfermedad alguna, se ve rosagante y saludable, está fuerte, luce siempre de buen ánimo, y para qué seguirle. Ah, y ya cumplió los ochenta años de vida.

Hace unos días lo vi por esta ciudad de Villahermosa. Eran algo así como las nueve de la mañana. Había llegado a un restaurant a desayunar con un grupo de amigos más o menos de su misma edad. Los veinte-treinta, les llamó él (Chucho Torpey, Chito Cortes, entre otros). Fue a saludarnos a nuestra mesa.

“¿Qué edad tienes?”, le pregunte a alguno de nosotros. “Setenta y tantos”, le dría el aludido. “Pues yo tengo ochenta años”, dijo para que escucháramos todos los que estábamos en torno a la mesa, “y estoy llegando de Tenosique, desde donde vine manejando mi camioneta”. Para eso, comentó, “me levanté a las cuatro y media de la mañana, e hice mis ejercicios de todos lo días”.

Justo Díaz del Castillo lucía muy bien. Levantarse tan temprano y conducir en carretera cerca de tres horas, ah, y tener ochenta años de edad, en poco lo había afectado: se vía fresco como una lechuga, vital, alegre. Yo menos que parecía era un ochentón. “Yo mantengo el entusiasmo por la vida”, nos aseguraría.

Ah, pero Justo tiene un secreto, una fórmula, una receta, una clave, o cómo usted quiera llamarle, para burlarse de los años. La trae en un bolsa. La saca de ella y la enseña. Es un texto que se titula “El mensaje que sedujo a los japoneses”, escrito por Margaret Manson. Nos lee un parte. “De él se han sacado millones de copias y yo le voy a regalar una copia a mis amigos veinte-treinta”, nos dice.

Poco después yo paso a despedirme de él a su mesa de amigos veinte-treinta (todos ochentones, como él, menos las señoras, todas estas sin edad). “Mejor te voy regalar a ti el escrito para ver si lo públicas”, me propone ahí va parte de él, para usted lector, lectora.

“... Por increíble que parezca este ensayo, escrito (hace) más de setenta años, ha servido de apoyo a gran parte de la productividad japonesa y constituye la guía filosófica de numerosos hombres de negocios. Mucho llevan en la billetera una copia desgastada del texto… Me llegó a lo más profundo del corazón, dice Kokichi Hagiwara, de sesenta y siete años, presidente de la empresa nipona-norteamericana National Steel, de Pittsburg Pennsylvania… Esta clase de entusiasmo s indispensable. Para hacer cambios es preciso tener espíritu de juventud… ”. ¿Qué le parece lector, lectora?.

Y va otra parte del texto. “La juventud no es una época de la vida; es un estado mental. No consiste en tener mejillas sonrosadas, labios rojos y piernas ágiles. Es cuestión de voluntad: implica una cualidad de la imaginación; es la frescura de unas profundas fuentes de vida. Juventud es el predominio temperamental del arrojo sobre la pusilanimidad de los apetitos; del ímpetu aventurero sobre el apego a la comodidad… envejecemos cuando descartamos de nuestros ideales”. Y sigue más todavía.

Este documento lo trae en la bolsa Justo Díaz del Castillo, nuestro ochentón amigo. Quizá cada mañana lo lea para sí mismo y de reparta un que otra copia para que a nadie “le salgan arrugas en el alma, por renunciar al entusiasmo” parafraseando un poco este escrito.

P.D Saludos para Raquel y Cindi, lectoras de Sólo en Domingo Tabasco Hoy.

fcoperalta42@hotmail.com

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