domingo, 30 de mayo de 2010

Sólo en domingo: Francisco Peralta Burelo / May 30

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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

En Japón los gobernantes tienen que vestirse bien

fcoperalta42@hotmail.com

Aquí en México poco ha importado a la gente cómo se vista el Presidente de la República. Eso como que ni le va ni le viene; vamos, cómo que le vale.

Antes, sí, el Presidente de Méxcio se vestía de manera muy seria, con trajes de color oscuro, de rigurosa camisa blanca, con corbatas discretas, con zapatos tradicionales y bien lustrados, siempre bien peinado y afeitado, corte de pelo sobrio, etcétera.

¿Qué podría decirse entonces del vestuario de un mandatario nacional, todo sobriedad?. Nada; desde luego que nada. La vestimenta del Presidente de México no daba de que hablar: todos, por decirlo así, se vestían del mismo modo de quienes le habían antecedido en Palacio Nacional.

Los senadores se vestían con semejante sobriedad. Los gobernadores --salvo los sureños, que solían usar camisas de mangas cortas-- con su traje bien planchado y siempre prendiditos. Esa era la moda que seguían los hombres del poder --y las mujeres, nunca de huipil y de esas cosas tan extrañas que algunas lucen (o deslucen) hoy-- en día, por lo que ni quien dijera nada, ya que nunca daban de que hablar por su vestuario.

Los diputados federales más o menos --con sus contadas excepciones-- seguían esas reglas de urbanidad, y también los presidentes municipales; todos cuidaban las formas en el vestir.

El Presidente de la República que rompe con esa sobriedad en el vestir José López Portillo, que gusta aparecer en público en playera o con camisa de cuello alto. Antes, sí, Luis Echeverría Alvarez había cambiado el saco y la corbata por la guayabera, prenda que se popularizó tanto en la clase gobernante que caracterizó prácticamente una época. No obstante de ahí en fuera --con excepción de los diputados federales, que se olvidan de la formalidad en el vestir y lucen en el Congreso de la Unión a como les viene en gana-- los viejos protocolos se mantienen.

A la gente le llama la atención que López Portillo luzca filipinas o que Echeverría vista guayabera (o que su esposa porte trajes regionales en fechas importantes), pero nada más. Tampoco le importa mucho que Vicente Fox Quesada llegue a Los Pinos de botas --y aún de charol, en una recepción con el rey de España--, que se cruce en la cintura un cinturón con hebillota con las letras de su apellido en grande, que se clave un sombrero en la cabeza, que use Levis Strauss, y todas esas cosas. Eso le vale.

Aquí en México --y en Tabasco-- los gobernantes se pueden vestir hoy en día como les venga en gana y ni quién se extrañe, se asuste y menos se enoje por ello. Que un Presidente o un gobernador se ponga una camisa floreada, que se trabe un gorra en la cabeza, que se eche gel de sobra en el pelo, que se arregle el copete, que se deje la patilla o la barba, le vale, como le valdría, quizá, que saliera a la calle en bermudas, en chanclas, todo de rojo o verde.

Ah, pero en Japón es otra cosa. Ahí sí que no se vale todo esto, porque los japoneses se enojan y hasta hacer que la popularidad de su mandatario descienda enormemente. Allá para ser hay que parecer; aquí eso ya no cuenta.

Bueno, pues allá en Japón ciudadanos y críticos --según reseña un cable internacional-- “se han dicho ofendidos por la forma de vestir de su premier, Yukio Hatoyama”, y esto porque este hombre acudió a una parrillada servida en la residencia oficial --“a la que qué fue invitada gente del pueblo”-- “con una camisa de cuadros negros sobre un fondo que variaba entre rojo, azul y amarillo, morado y verde, según la sección de la prenda”.

Los japoneses dicen que la crisis que tienen “no podemos superarla con un premier como éste”, que usa camisas que “vienen de los 80 o 90… y sus ideas y filosofía son viejas”. El prestigiado diseñador Don Konishi ripostó: “¿puede alguien hacer que deje de usar esas cosas?”. La nota periodística asienta que “sus tropiezos con la moda no son nuevos”, ya que durante un visita a la isla Okinawa (donde prometió reubicar a la base militar norteamericana que está establecida en ese lugar) portó una camisa amarilla clara, que ahora es usada en ese país por quienes salen a la calle a protestar en contra suya.

Empero eso no es todo. Según la BBC “las peores críticas han sido para un atuendo que portó hace ya unos meses: una camisa blanca con corazones rojos combinada con un blazer rosa”. ¿Qué le parece lector, lectora?.

Si Yukio Hatoyama fuera gobernante de cualquier parte de México ni quien le dijera nada. Ah, pero en Japón es otra cosa.

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