lunes, 24 de mayo de 2010

Opinión: Víctor Manuel Barceló R. / May 24

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(Publicado en el Diario Tabasco Hoy)

El eco de un futuro promisorio

Tras el episodio, conocido por antiguo y reiterado, de una visita más a las autoridades imperiales por parte del gobierno mexicano –maltratado por la radio y prensa oficiales y “apapachado” en la forma- sin resultados precisos, ni siquiera perspectivas de cambio pronto, en la Ley “Arizona” –que criminaliza al inmigrante por el solo hecho de serlo- y las que pudieran venirse en cascada por otros rumbos del territorio imperial, el drama mexicano continua.

La miseria se dispara. La inseguridad no tiene límites, provocando violencia por doquier. Mientras mentira y simulación, legal y política crecen, fortaleciendo líneas de conducta oficial que incrementan la injusticia. La población siente el deterioro de su ambiente, como se comprime su nivel de vida, causando desaliento generalizado y abatimiento –en la juventud- porque no se aprecian, ni siquiera se vislumbran a nivel federal, estatal o local, estrategias que pugnen por salidas viables a ninguno de los aspectos más visibles de esta crisis, que se apropió de la vida nacional.

En medio del temor y desconfianza en la autoridad, que prevalece entre las personas, se concluye que: solo cambios radicales en el sistema de vida, abriría perspectivas para que las nuevas generaciones puedan visualizar un futuro cierto. Lucha por la existencia, pero sin temores y con creciente confianza en la autoridad. La niñez y juventud mexicanas lo requieren para crecer, educarse, mantener salud y reconstruir la patria, desde sus cimientos, aun sólidos en la conciencia nacional.

Empeños de diversos pensadores (filósofos, economistas, maestros, políticos) se conocen a plenitud o “en cuenta gotas”, intentado explicar el deterioro del sistema que promueve el imperio, desde la creación de sus grandes tentáculos financieros: el FMI (Fondo Monetario Internacional) y Banco Mundial, quienes dictan políticas de control: llamadas neoliberales. Como determinaciones de agentes financieros del imperio pretenden adjudicar: a la libertad, el triunfo de dichas tesis –que desregularon las economías de los países periféricos o pobres- y a la democracia, la construcción de los mercados “libres” –nacidos del desmantelamiento de la rectoría del Estado en cada país-.

De aquí surge la descomposición en la vida de los pueblos que habitan las naciones pobres, dominadas por las trasnacionales y, a su través, por determinaciones impuestas a sus gobiernos, cuando estos pierden el apoyo popular, o llegaron al poder sin la anuencia real de los ciudadanos –cuyas urnas o conteo de votos, fueron alterados fraudulentamente-. Son grupos políticos en el poder -federal o local- sin la fortaleza de la interpretación cabal y analítica de los requerimientos sociales, para enfrentar presiones o al menos entenderlas; para manejarse hábilmente en este mundo coercitivo, mediante planes o programas que atiendan a las necesidades sociales más sentidas.

México, con todas las fallas y situaciones críticas que sufría, hasta principios de los ochenta del siglo XX, llevó adelante un empeño serio por proveer al ciudadano de seguridad física y familiar y creciente empleo en condiciones adecuadas. Obreros sin temor a perder sus fuentes de trabajo; campesinos impulsando la producción, con metas claras de “soberanía alimentaria” para el sector social. Crimen y violencia, con índices de incidencia por debajo de otras naciones de similar nivel de desarrollo. No era un México ideal, había muchas carencias y corruptelas, pero el Estado asumía su papel de benefactor, aunque con muchas incidencias de paternalismo. Se podía vivir en armonía y soñar.

Pero al “hacer agua” la economía, se iniciaron las escaladas de violencia y descomposición social. El empleo empezó a escasear más, se incrementó el éxodo al otro lado de la frontera norte y el crimen organizado, incitado por la facilidad del mercado creciente de drogas en el territorio imperial, inició su marcha hacia el control de zonas y regiones -de paso o de producción de estupefacientes- pero sin alterar el orden social existente. Había gobierno aún. Muchos problemas se acentuaron por corrupción o intereses grupales, que debilitaron al régimen, llevándole a perder el poder. En el 2000 se hizo de él una derecha: sin experiencia de gobierno, sin liderazgos sociales, sin comprensión de que es y requiere México y sus habitantes. El resultado está a la vista. Causa pena, vergüenza lo que vivimos y como nos ven desde afuera.

Hay quien afirma que las tesis de Milton Friedman –tutor de muchos economistas de países pobres en la Escuela de Chicago- tienen que ver solo con la economía, a la que alteran y modifican mediante la “doctrina del choque” -tan precisamente presentada por Naomi Klein en sus escritos- considerando a tal doctrina como la última de las fases de “destrucción creativa” del sistema capitalista. Esta se aplica, al extremo en el derrocamiento de Allende, en Chile (1973), el “colorido” bombardeo de Bagdad (2003) o sofisticadamente, con la acción de torturadores que utilizan técnicas de privación sensorial, para inspirar miedo y aquiescencia en dirigentes y ciudadanos comunes.

Pero no puede asombrar lo que nos dice la Dra. Klein. El capitalismo actuó y seguirá haciéndolo -lo constatan desde Hobbes y Locke, pasando por Marx y Weber- mediante una doctrina de depredación egoísta, de choque, entre poderosos que avasallan y los humildes, que a pesar de ser mayoría, son esclavizados al trabajo. Así ocurrió en la privatización de las tierras comunes, de muchos pueblos, en el siglo XVIII inglés y europeo, para incorporarlas a cultivos comerciales, a la propiedad privada, a la dependencia del empleo, siempre por métodos de fuerza, de violencia y muerte.

Pero los pueblos avasallados, defienden su identidad y construyen sus formas de resistencia y liberación. El ataque imperial a Irak, ´-con el falso pretexto de que poseía armas de destrucción masiva- bajo la divisa de “choque y pavor”, que pretendió paralizar a los ejércitos de Saddam y a la población civil, obteniendo su rendición instantánea e incondicional por largo plazo, fue un fracaso rotundo. Soldados iraquíes y sociedad civil decidieron no combatir y morir conforme a los designios estadounidenses y, reagrupados, realizaron una resistencia formidable, que está haciendo verse muy mal al poderoso ejército imperial, “armado hasta los dientes”. Así ocurrió en Corea y Vietnam, liberados por su pueblo en armas. Sucede en China, India, Brasil, Rusia, Venezuela, Cuba y otros, por gobiernos con pueblos decididos a auto determinarse. La última palabra no la dirá el imperio, la están diciendo los pueblos.

Contó y cuenta el neoliberalismo depredador con operadores e ideólogos, como Friedman y el genio del mal: Jeffrey Sachs. El último aplica la terapia de choque en Bolivia –principios de los 90s´- para seguir en Polonia, Rusia y otros países. El fracaso de la TCH hizo retractarse total o parcialmente a muchos de sus ideólogos (Krugman, Summers, parcialmente Sachs). David Harvey en “Historia del neoliberalismo” pone como base de su desarrollo a Chile con Pinochet, en donde Friedman y sus “Chicago Boys” se apoderan del proceso económico. Son seguidos por otros –que después se arrepienten- despedazando economías de Argentina, Bolivia, Colombia y todas las que se dejaron.

Vuelan a México, con la extensión de nativos de nuestra tierra, incorporados a los “ch.bo-ys”. El desmantelamiento de las economías –privatización y reformas estructurales le llaman- deja en la indefensión a esos pueblos, que caen en hoyos terribles de decrecimiento, sin fuerza de sus gobiernos para salir de los “baches”, dejando una secuela de miseria y violencia crecientes. El descrédito del neoliberalismo y sus creadores se acrecienta. Sus consecuencias continúan acumulándose, tanto en donde se aplica la doctrina del choque, como en donde la “asesoría” de Friedman y sus secuaces, llevó a terribles resultados, como lo ocurrido en India. Allí, las políticas impulsadas por el Banco Mundial y adoptadas entusiastamente por políticos y funcionarios autóctonos, llevó a la miseria a 500 millones de campesinos, sumando hasta ahora, 100,000 suicidios.

México sufre una situación similar, si bien acá son, apenas, 25 millones de gentes en el campo que han rebasado la línea de la miseria sin que sepamos, como en India, quienes han perdido la línea de la existencia, en suicidio consumado por ellos mismos, o al “saltarse las trancas” en la frontera amurallada, hacia terrenos imperiales, en que se criminaliza su presencia. Hay ejemplos en diversas naciones de cómo se enfrenta las presión imperial. En todas es la conjunción de pueblo y gobierno nacionalista la fórmula liberadora. Es tiempo ya que vayamos conformando la nuestra.

v_barcelo@hotmail.com

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